PERFIL DE LA IGLESIA COMUNIDAD DE COMUNIDADES NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE.
Amamos y adoramos
a nuestro Padre Dios Creador de toda vida (Col. 1,16-17). Reconocemos a Jesús
como liberador y redentor. Bendecimos y agradecemos la fortaleza que nos da el
Espíritu Santo, Amamos a María como Madre de Jesús y Madre nuestra.
Confesamos: el
credo apostólico. Celebramos los sacramentos como fiesta de la vida. Asumimos
como fuente de vida las sagradas escrituras y el magisterio de la iglesia, con
algunas excepciones como es la INFALIBILIDAD DEL PAPA.
Por la sucesión
apostólica que legítimamente hemos recibido tenemos la autoridad que nos ha
dado Jesús de restituir el orden sacerdotal para las mujeres, como en los
primeros siglos. Nos solidarizamos y buscamos la unidad con todas las iglesias
ecuménicas.
La Iglesia "Comunidad de Comunidades Ntra. Sra. de Guadalupe, es parte de
la Iglesia Una,
Santa, Católica y Apostólica y estamos para servir a todos los seres humanos,
especialmente los más pobres, que desean verdaderas transformaciones
religiosas, sociales y antropológicas para la construcción de una sociedad más
justa y fraterna, haciendo creíble el evangelio entre todas las gentes.
Presentamos una
nueva opción de servicio a quienes por diversos motivos ya no concuerdan ni
confían en la iglesia tradicional, porque ya no sirve a los pobres del
evangelio de Cristo, sino a sus intereses.
A través de los
siglos las altas jerarquías tradicionales han aceptado los privilegios del
poder económico, político, social en medio de pueblos que viven en extrema pobreza
y que claman al cielo por la justicia social y la solidaridad humana.
El pueblo de Dios,
desde todos los ángulos de la tierra ha planteado peticiones formales
solicitando reformas sustanciales a sus jerarquías clericales.
Es por ello que
nuestra iglesia apoya los esfuerzos de miles de católicos de todo el mundo, que
claman ardientemente por el rompimiento de estructuras milenarias que ya no
responden a las necesidades actuales de la nueva sociedad.
Nuestro interés no
es separarnos de la iglesia, sino pedirle que se una a los clamores de
sacerdotes ejemplares de su misma iglesia católica y los pueblos que no quieren
divisiones, sino unidad en medio de la diversidad.
No podemos tolerar
que sean miles y miles los sacerdotes que se están separando de la iglesia
tradicional de Roma, porque ésta ha impuesto normas totalmente contrarias al
derecho natural de fundar sus familias.
Es una traición a
la naturaleza que Dios nos ha dado, a Jesús, a sus apóstoles y las primeras
comunidades cristianas, que la Iglesia Latina Católica Romana, sea la única
iglesia que ha impuesto la ley obligatoria del celibato sacerdotal en el
planeta.
Estamos ansiosos
de hacer una interpretación correcta de las Sagradas Escrituras, que traigan la Buena Nueva de Cristo
y sus profetas y conduzcan al respeto de los legítimos derechos humanos de las
personas y de los pueblos.
Los sacerdotes y
las sacerdotisas tienen el derecho de disfrutar de la ley natural y sagrada de
la procreación de la especie humana.“Creced, multiplicaos y perfeccionad la
tierra” (Gen. 1,27)
Nos alegramos y
respetamos que haya sacerdotes y congregaciones religiosas que no por ley
impuesta, sino libremente han optado por el celibato, y mantienen su compromiso
con el cumplimiento del santo Evangelio.
El sacramento
sacerdotal, no puede reñir poniéndose en contra del sacramento matrimonial para
aquellos hermanos consagrados a Dios, que hayan recibido la gracia de
constituir su hogar familiar.(Gen 1, 27).
No imponemos,
tenemos espíritu de diálogo ecuménico hacia las iglesias hermanas, buscando
opciones positivas dentro del depósito de la fe, dignidad, libertad y derechos
humanos del clero y de los laicos.
Aceptamos con toda
alegría el manifiesto de total igualdad y fraternidad que Jesús nos ha
anunciado cuando dijo: “a nadie le digáis padre, a nadie le digáis señor, a
nadie le digáis maestro, porque uno solo es vuestro padre, señor y maestro.
Todos vosotros sois hermanos”.
Amamos a la Santísima Virgen
María, Madre de Cristo y nuestra, colocándola en el lugar de honor con que Dios
la ha distinguido de acuerdo a la historia de la salvación (Luc. 1,48-49).
Por: ++Mons. Higinio Alas